La agricultura y la vida en el campo

La agricultura y la ganadería jugaron un papel muy importante en Lozoyuela, Las Navas y Sieteiglesias hasta los años sesenta. Desde los orígenes de estas poblaciones parece que la explotación ganadera ha gozado de mayor importancia dentro de la actividad agropecuaria. Esto es debido principalmente a los condicionantes que impone el medio físico, pero también a su situación en la Cañada Real Segoviana. La elevada altitud, climatología y características geológicas de la zona, donde encontramos suelos escasos con abundantes afloramientos de granitos y gneis, no facilitan el aprovechamiento agrícola del terreno. Sin embargo, esto no ha evitado que los pobladores de esta zona se hayan aprovechado, desde el medievo, de la agricultura como medio de subsistencia, llegando a suponer la explotación agrícola una parte fundamental de la economía local.

El sistema de división y propiedad de la tierra en esta zona es el minifundismo, un método de parcelación de la propiedad rural en fincas pequeñas. Este sistema supone la ausencia general de ganancias para sus poseedores, por lo que su explotación ha de hacerse directamente por las familias propietarias de los mismos. Pero en Lozoyuela, Las Navas y Sieteiglesias no todo el mundo tenía tierra en propiedad, sino que era habitual que las familias tuviesen parcelas arrendadas, que ellos mismos labraban para subsistir. Esto reduce aún más la productividad de los cultivos, y es una de las razones por las que actualmente se ha abandonado la agricultura en esta zona, a excepción de la pervivencia de pequeñas huertas.

En este sentido, el trabajo en el campo era muy duro, y las jornadas muy extensas. Toda la familia participaba en las labores del campo, incluso los niños, que desde temprana edad ya realizaban estos trabajos. Los vecinos que todavía hoy en día se dedican al campo y al ganado son conscientes de la enorme carga de trabajo y el sacrificio que supone esta labor, con jornadas de sol a sol durante todos los días del año, sin días libres ni vacaciones. Sin embargo, el profundo amor por el campo y lo rural hacen que todavía pervivan, principalmente explotaciones ganaderas, gracias a la pasión y esfuerzo de los vecinos de este municipio.

Lo que más se cultivaba era trigo y centeno, y en menor medida algarrobas y cebada. El trigo se destinaba al consumo humano, mientras que el resto de cereales se utilizaba para alimentar al ganado. Pero aunque había poca tierra de buena calidad, todo el terreno disponible estaba lleno de campos de cultivo, y los márgenes de los ríos se encontraban repletos de huertos. No había normas que regulasen cómo repartir los recursos hídricos para regar las tierras, sino que el respeto mutuo regía el uso del agua. Los cultivos se alternaban para no agotar la tierra, intercalando periodos de siembra y barbecho en diferentes parcelas. Los animales se utilizaban para abonar los campos durante los periodos de descanso, y la tierra se labraba mediante el sistema tradicional, como es el arado romano. Los ciclos agrarios condicionaban enormemente la vida de los habitantes del municipio, y durante las épocas en que se necesitaba mayor mano de obra, como es el caso de la siega, aquellos que no tenían tierras a renta se ofrecían para trabajar en los campos.

El trigo y demás cereales se sembraba, lo llevaban a la era, lo trillaban, lo aventaban a la mano, se molía y se almacenaba. Tradicionalmente, en Lozoyuela, Las Navas y Sieteiglesias se aventaba a mano, lo cual consistía en lanzarlo al aire con palas para separar el grano de la paja, la cual se llevaba el viento. Para realizar esta tarea no debía hacer mucho viento ni poco, ya que si era escaso no podía separarlo y si era excesivo se llevaba también el grano.

Yunta trillando en El Ejido. 1952
Yunta trillando en El Ejido. 1952

Durante el siglo XX la agricultura fue uno de los sustentos económicos más importantes de las familias de Lozoyuela, Las Navas y Sieteiglesias, siendo así uno de los rasgos más identitarios de esta zona junto a la ganadería. La explotación de los campos se enfrentó durante este siglo a diversas crisis y numerosas dificultades que fue superando, hasta que a partir de la década de los sesenta los cambios socioeconómicos y demográficos que acontecieron acabaron con el abandono generalizado de los cultivos.

En los primeros años del franquismo el sistema económico instaurado fue la autarquía, una política económica basada en el nacionalismo y centrada en la autosuficiencia y el aislamiento del exterior, que constituyó uno de los pilares fundamentales durante las primeras décadas del franquismo. En este periodo el sector agropecuario era la actividad económica predominante en Lozoyuela, Las Navas y Sieteiglesias, al igual que en gran parte del territorio español. El sector agrícola en estos momentos seguía siendo tradicional, y se caracterizaba por su escasa modernización y por estar dedicado principalmente al autoabastecimiento.

Este modelo de economía cerrada supuso un fuerte control de la producción agrícola, por el cual el sector agrario estaba sometido a una intensa intervención por parte del Estado. Esta regulación afectaba no solo a los cereales como el trigo, sino también a todos los productos alimenticios en general. A través del Servicio Nacional del Trigo y el Servicio Nacional de Abastecimiento y Transporte (sustituido por Comisaría General de Abastecimiento y Transporte) el Estado realizó una profunda intervención sobre el sector agrario, fijando sus precios y controlando el consumo mediante un sistema de racionamiento.

Los agricultores se vieron obligados, de este modo, a vender todas sus cosechas al Estado. Pero el precio que se les pagaba por el trigo no llegaba, en muchas ocasiones, a cubrir los costes de producción. Este fuerte control estatal tuvo como consecuencia principal la proliferación de un extenso mercado negro, el conocido como estraperlo, en el cual se comercializaban este tipo de productos. Este mercado clandestino tuvo gran importancia en todo el país, y en Lozoyuela-Navas-Sieteiglesias no fue diferente. Debido a su carácter agrario, los vecinos de este municipio se vieron afectados en gran medida por esta regulación sobre el trigo. Los vecinos más mayores de Lozoyuela-Navas-Sieteiglesias todavía recuerdan moler el trigo por la noche para evitar ser detectados, o cuando la fiscalía les sorprendía con trigo que se habían guardado y les quitaban todos aquellos sacos que encontrasen.

Pese a todas estas dificultades, durante la postguerra las gentes de este municipio subsistieron gracias a los campos, los huertos y el ganado. A diferencia de lo que sucedía en las ciudades, en el ámbito rural la mayoría de las familias tenía algún terreno o algo de ganado, lo cual les permitía no pasar hambre en aquel momento donde el racionamiento dificultaba el acceso a alimentos.

En aquellos años todo el terreno disponible en el municipio estaba sembrado o dedicado a pastos, y los campos de cultivo se extendían hasta las montañas. Sin embargo, a partir de los años sesenta, con el auge económico y la apertura del país se produjo un proceso migratorio desde el campo a la ciudad en busca de trabajo y dinero, lo cual supuso que los campos se fueran abandonando. La ganadería sufrió un gran decrecimiento, existiendo hoy en día solo una pequeña parte de las cabezas de ganado que antaño hubo en este municipio. Pero fue la agricultura la que más se vio afectada, quedando hoy en día únicamente pequeñas explotaciones dedicadas principalmente a huertos de carácter familiar.

Los beneficios de los cultivos disminuyeron debido a la devaluación de los productos agrícolas, lo cual, unido a los gastos derivados de las rentas de las tierras, supuso el abandono paulatino de los campos. Los gastos habían aumentado debido al crecimiento económico, los carros ya disponían de matrícula y estaban sujetos a impuestos municipales. En definitiva, la labor ya no daba para comer, por consiguiente mucha gente renunció a la labranza, que en cuatro o cinco años ya había desaparecido.

Esta crisis agraria no fue exclusiva de Lozoyuela-Navas-Sieteiglesias, sino que es un fenómeno que se produjo en la mayor parte del país. Aunque durante el franquismo el intervencionismo fue descendiendo, la apertura al exterior y la liberalización que propiciaron el crecimiento económico de los años sesenta trajeron consigo toda una serie de cambios económicos y sociales que tuvieron un gran impacto sobre la población. Pero el desarrollo económico planificado tuvo un impacto breve y no consiguió solucionar los desequilibrios económicos y sociales existentes ni el atraso de España respecto al exterior. Este desequilibrio en el crecimiento y las rigideces del sistema económico y social aumentaron los efectos de las crisis durante los años setenta y ochenta.

Las sociedades campesinas se enfrentaban a muchos problemas, siendo la parcelación, la falta de rentabilidad, el éxodo rural, la desaparición de explotaciones y el abandono de las tierras, algunos de los factores que contribuyeron a la falta de relevo generacional, al envejecimiento poblacional y a la despoblación. Cuestiones que produjeron un retroceso del ámbito rural cuya repercusión llega hasta la actualidad.

En los siguientes apartados profundizaremos en dos de los oficios tradiciones más importantes de este municipio: los molineros y los carreteros.

Los molinos hidráulicos fueron fundamentales hasta el siglo XX para la fabricación de harinas.

El carro fue el principal medio de transporte hasta el siglo XX, utilizado para la labor, la carga y el comercio, discurría por el paisaje serrano.

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