Los carreteros y el carro

Actualmente es difícil encontrar carros en Lozoyuela-Navas-Sieteiglesias o en otros pueblos de la Sierra Norte, y los que hay son fundamentalmente objetos decorativos o bienes con un carácter sentimental. Sin embargo, los carros han sido el principal medio de transporte en los pueblos serranos hasta más allá del segundo tercio del siglo XX, y el animal de tiro más utilizado eran los bueyes y las vacas. Los carros y la yunta de bueyes resolvían todas las necesidades de transporte, labor y acarreo de los habitantes del municipio. Su robustez permitía el tránsito por los toscos caminos y los difíciles pasos de montaña de la compleja geografía serrana. Con ellos se transportaba la cosecha, la paja, la hierba, la leña, la piedra y otros productos destinados al sustento, la labor o el comercio incluso desde los lugares más lejanos y difíciles de acceder.

Para todas las labores del campo, para cargar, o para el transporte, los carros eran una herramienta fundamental en aquellos momentos cuando la agricultura y la ganadería era la parte más importante de la economía familiar y local. La yunta, las vacas y los bueyes no solo tiraban de los carros, sino también eran utilizados en el campo conduciendo el arado. Todo el mundo tenía sus vacas, su yunta, su carro y su arado como herramientas fundamentales para la labranza. Tan habituales eran los carros en la vida del municipio que incluso se utilizaban durante las fiestas para realizar el cerramiento durante las corridas de toros que se realizaban en la plaza. Las fiestas eran un acontecimiento los vecinos tenían la obligación de dejar los carros si hacían falta.

Corrida de toros en la plaza durante las fiestas

Los carros no se utilizaban exclusivamente para desplazamientos cortos, sino que llegaban a recorrer grandes distancias. En los difíciles tiempos de la postguerra disponer de carro no era benefioso únicamente para la labor en los campos, sino que permitía obtener ingresos extra para hacer la compra diaria vendiendo la leña sobrante que compraban a los carboneros, o comerciando con los productos que obtenían del ganado en los mercados de otros pueblos de la sierra. Pero las gentes de este municipio viajaban mucho más lejos con sus carros, durante jornadas de varios días, yendo incluso a Madrid para abastecerse de productos.

Pero la gran capacidad de carga de los carros tenía un incoveniente, que era el gran trabajo y esfuerzo que suponía lastrar el carro. En muchas ocasiones una persona sola no podía cargarlo sin ayuda, no solo por el esfuerzo de echar tanto peso sobre este sino, sobre todo, por la necesidad de sujetar el carro mientras se cargaba. En este sentido, como en otros tantos ámbitos de la vida de estos pueblos, la colaboración entre familiares y vecinos era fundamental, hasta tal punto que los vínculos intracomunitarios que existían entre las gentes del lugar eran mucho más estrechas que los que actualmente nos podemos encontrar. Una economía colaborativa donde el apoyo mutuo y el intercambio de dones era algo habitual y jugaba un papel fundamental en la vida diaria, generando unas relaciones de confianza muy profundas, un ambiente muy cercano y una sensación de seguridad que hoy en día se está perdiendo.

En este contexto, el mantenimiento de los caminos era algo obligatorio para garantizar el tránsito tanto de las personas como de los carros, y todos los miembros de la comunidad colaboraban en esta tarea. Igualmente, resultaba fundamental dar servicio a las fuentes, que debían estar limpias para poder beber de ellas.

Fabricar carros era una labor de artesanía que se realizaba fundamentalmente de manera manual empleando técnicas tradicionales. El método utilizado para su construcción exigía una gran organización del trabajo y una enorme precisión en su realización. En Lozoyuela había un taller de carros, muy conocido y valorado por los vecinos que lo conocieron, y además tenemos el privilegio de contar con la colaboración en este proyecto de uno de los descendientes de este carretero.

La estructura principal del carro está formada por una viga central de madera, llamada pértigo, de mayor longitud que el resto, y otras dos laterales denominadas aimones sobre las cuales encajan las costillas. Estas últimas son una serie de listones extraíbles colocados de manera vertical a ambos lados del carro que, junto con el pértigo y los aimones, constituyen el armazón de la caja. La función de las costillas era mantener la carga, y estas estaban realizadas con palos o estacas de árbol.

Carros en la fábrica

Carros en la fábrica

En función de la carga que fuese a transportar el carro se modificaba su configuración, poniendo palos o cubriendo el suelo con listones. De esta manera, por ejemplo, cuando se transportaba paja colocaban palos y la sujetaban con redes, cuando era hierba solo disponían las estacas rodeando todo el carro para que no se saliera, y cuando cargaban sacos no hacía falta poner nada.

Lo más complicado en el proceso de fabricación de los carros era la manufactura de las ruedas, hasta tal punto que el procedimiento de incrustación de las llantas de hierro era motivo de reunión entre amigos. Primero se realizaba el cubo y se confeccionaban los radios y las pinas con extrema precisión. El cubo es la pieza central de la rueda que iría en el eje y donde se encajan los rayos, y las pinas son cada una de las piezas curvas de madera que forman en conjunto la circunferencia de la rueda, en las cuales encajan por la parte interior los radios a la vez que por la exterior se asientan las llantas de hierro.

Por otro lado se realizaba la llanta, para lo cual era necesaria la colaboración del herrero, aunque el carretero de Lozoyuela disponía de un horno propio para esta labor y era él mismo quien se encargaba de esta tarea. Para su confección era necesario curvar el metal y soldar posteriormente los dos extremos. Ellos recibían una barra recta y tenían que hacer una circunferencia perfectamente redonda, para lo cual tenían un artilugio manual, pero muy ingenioso, que constaba de tres rodillos giratorios y una serie de manivelas. Situado en un banco de trabajo, se introducía la barra y con una llave grande se giraba uno de los rodillos que la obligaba a avanzar a la vez que la oprimía debido a la presión que ejercía sobre la misma. De esta manera iban calculando en función de la presión para conseguir una circunferencia perfecta.

Una vez que el aro tenía la forma adecuada era el momento de soldar los extremos, lo cual hacían en la fragua. Para esta tarea no empleaban herramientas de soldadura, sino que disponían de unas pastillas que eran un fundente de metal. De esta forma, la soldadura se lograba calentando el metal en la fragua hasta llegar casi al punto de fundición, y cuando estaba al rojo se aplicaba la pasta fundente en los remates que al aplicarla unía y pegaba las dos puntas, consiguiendo así la llanta. Esta pieza se realizaba de tal manera que en frío su diámetro fuese levemente inferior al de la medida de las pinas, y tenían muy bien calculado cuanto dilataba el metal para que quedara perfectamente asentado sin reventar la rueda, lo que le confería mayor dureza para que soportase mejor la fatiga.

Una vez ensamblado el cubo, los radios y las pinas, se cubría la llanta con astillas de leña y con excremento de vaca, y se le prendía fuego. Con el calor se dilataba el aro, y en ese momento lo cogían con unos espetones gracias a unos agujeros previamente practicados, y lo colocaban en la rueda asegurándose de que estuviese perfectamente alineado con las pinas. Rápidamente debían echar agua a la llanta para enfriarla, ya que de otro modo saldría ardiendo la madera, y apretarla bien para que quedase hermética. Disponían de una pileta con agua en la cual hacían girar la rueda sobre su eje, parcialmente sumergida, para enfriarla rápidamente.

Esta era una labor que el carretero no podía realizar solo, pero siempre había amigos dispuestos a ayudarle cuando lo pedía. De esta manera, cuando había que colocar las llantas era el motivo perfecto para realizar una bonita reunión entre amigos, y aprovechando las ascuas llevaban algo de comer, como patatas o sardinas, iban a por algo de vino a la taberna y pasaban un buen rato todos juntos.

Esta tarea no se hacía exclusivamente en la fabricación de carros, sino que era también una labor de mantenimiento. Cuando había que arreglar un carro lo hacían generalmente en invierno, momento en el que había menos trabajo que hacer en el campo, ya que durante la primavera y el verano estos eran necesarios para trabajar en las cosechas.

Por último es importante señalar que entonces el dinero no gozaba de la popularidad que tiene hoy en día como elemento comúnmente aceptado que mide el valor de todas las cosas. El trueque era el principal método de intercambio, y los carros, como muchas otras cosas, eran pagados con trigo u otros bienes de conocido valor. Además, como hemos remarcado antes, la colaboración entre vecinos era un factor muy importante, y resultaba habitual obtener bienes o servicios por anticipado a las espera de disponer de los recursos para poder satisfacer la deuda contraída.

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