El esquileo
Algunos vecinos de Lozoyuela esquilaban sus propias ovejas, pero en general, venían esquiladores de Montejo y de Braojos.
Un vecino de Lozoyuela, nos cuenta que iba en bicicleta hasta Prádena, en Segovia, a afilar sus 3 o 4 tijeras de esquilar.
Los esquiladores, una vez que venían al pueblo, estaban esquilando más o menos un día con cada ganadero. Y cuando terminaban, se marchaban a otros pueblos cercanos.
Corría a cargo de cada ganadero, dar de comer a los esquiladores durante el día que estaban esquilando a sus ovejas. Por la mañana temprano, se les daba bien de almorzar. Y a media mañana, sobre las 12, se les daba un aperitivo. En torno a la una y media, paraban para comer. También merendaban y cenaban, así que es hacían cinco comidas bien consistentes, donde se juntaba toda la familia con ellos y era un momento de encuentro y de diversión.
Nada más desayunar, comenzaba el esquileo. Se ponían todas las ovejas en un pajar. Se iba cogiendo una por una para atarlas. Se ponía a la oveja patas arriba y se le ataban dos patas de atrás y una de adelante con una cuerda y el esquilador las iba esquilando.
A veces, los esquiladores le daban un pellizco con las tijeras sin querer a una oveja porque se movía. En la pequeña herida que se hacía, se le ponía carbonilla que cogían de la fragua en un bote y a esto le llamaban “MORENO”. Cuando el esquilador le pellizcaba a la oveja, gritaba ¡Moreno! Y los chavalillos se acercaban con el bote de carbonilla para ponerlo en la herida, pues esta era una tarea que hacían los niños. El esquilador, por gastar una broma, les empujaba la cabeza y les llenaba toda la cara de “moreno” a los niños. Es una de las anécdotas del esquileo que vivieron los mayores y aún recuerdan. Para ellos era un día divertido.
Con la lana que se obtenía del esquileo, se preparaban los vellones, haciéndoles un nudo, se ponían en unos sacos grandes y se vendían al peso. Los vellones que se quedaban para el consumo familiar, se lavaban bien, se ponían a secar al sol y se formaban las madejas (abriendo la lana y estirándola intentando que no se rompa, enrollándola en la mano) para después hilarla. Se hilaba con el huso, obteniendo hebras de lana que quedaban enrolladas en ovillos y con ellos se confeccionaban calcetines, jerséis, etc.
La mejor lana la obtenían de las ovejas merinas. Era una lana más compacta y al pesar más, la podían vender mejor, a veinte duros el kilo o algo más. Las ovejas churras, tenían una lana más ligera y no era tan valorada como la de las merinas. Su lana se usaba para rellenar colchones y almohadas.